lunes, 9 de junio de 2014

Ignacio

La verdad no se llama así, pero es el nombre ficticio que le daré. Hoy quiero escribir sobre él porque ha sido un aporte bastante interesante a mi "nueva vida".
A este niño lo conocí hace tres o cuatro años. No me cayó bien al principio, esa papa en la boca, esa soberbia que le salía por los poros, esos aires de grandeza y la necesidad de opacar a los demás... mal. Intentaba no hablar mucho con él porque me ponía de mal humor escucharlo. Además siempre hablando de minas, minas, minas.... ella, la latinlover. Otro dato curioso es que cuando habla mucho el labio superior toma una forma curiosa y además de no querer hablarle, no podía mirarlo mucho porque me reía. Nos empezamos a acercar más cuando lo patearon, y se pegó un golpe contra la realidad que lo hizo bajar un poco las revoluciones. Conocí a una persona humilde, tímida, que se ponía roja con facilidad.... Me había encantado lo que había descubierto. De a poco se convirtió en parte rutinaria de mi día a día.
Siempre supe que lo quise, a veces confundí la forma de hacerlo. Fue quien siempre me dijo la verdad sin filtro, esa que dolía. Misteriosamente nunca tuvimos una discusión, siempre terminábamos abrazándonos. El tiempo me diría que sus abrazos escondían algo más, que su apoyo no era tan sincero, que sus mensajes tenían un texto entre líneas.
Al llegar a Santiago pasé dos noches con él. La primera abrimos nuestros corazones, hablamos de nuestros miedos, dijimos lo que nunca habíamos dicho. Nos besamos sin prisa, nos abrazamos. Encontré consuelo en sus manos, encontré paz en su pecho. Nos reímos de lo predecible que era la situación en la que estábamos. Me dormí apoyada en él, en medio de una confusa tranquilidad. La segunda noche fue mucho menos emocional, mucho mas carnal. Me rendí a sus besos, hice todo lo que él quiso. No existía la palabra no, no existía nadie más en mi cabeza. Era un sueño hecho realidad, estar con él de esa forma. Era la materialización de un deseo reprimido. No existió censura, no existió culpa. No existió vergüenza... por lo menos hasta que el sol salió. No nos podíamos mirar a los ojos. Yo no podía creer lo que había pasado, él tampoco.
Pasamos casi dos meses sin hablarnos. No hemos hablado del tema. Retomamos contacto hace poco más de dos semanas. Y espero que podamos volver a ser amigos.

No hay comentarios: