martes, 15 de julio de 2014

Copiapó parte 4 y final

Esa navidad fue la más extraña que he pasado. Llevaba sólo un mes viviendo sola, pero me sentía como invitada en la casa de mis papás. Todo estaba tal cual lo había dejado, pero yo me sentía extraña. Creo que finalmente es cierto el dicho de que nunca puedes volver atrás.
Después de la cena, FALS llegó a buscarme. Nos fuimos a su casa. Obviamente después de tres semanas separados, había algo que él quería hacer... yo solo quería que me abrazara y conversar de lo que estaba pasando por mi cabeza. Pero claramente me acobardé y no lo hice.
Parecía que todos sabían que algo me estaba pasando, excepto él. Fue un día de visitas familiares, a mi familia y a la suya, y en cada lugar alguien me preguntaba qué me pasaba y si me sentía bien. Excepto él.
Volví a Copiapó intentando pensar que el problema era mío, que era yo la que me comportaba extraño, que en realidad tenía que estar tranquila y bla bla bla. Y nos veríamos la próxima semana y todo sería como antes.
No quiero describir acá como fue mi año nuevo, porque fue el peor de mi vida y no quiero revivirlo. Solo diré que lo pasé llorando en una banca en providencia con los leones, abrazándolo porque sabía que íbamos a terminar pero no quería terminar en año nuevo. De hecho, decirle eso en voz alta provocó un pequeño ataque de nervios. Mal.
Comencé el nuevo año en un limbo. No sabía en qué etapa estábamos, ni hacia dónde íbamos. El siguiente mes en Copiapó hice cosas que jamás había hecho en mi vida. Carretié como nunca, dormí en la playa, fui a fogatas, llegué con caña al trabajo, bailé en discos... no le puse el gorro, pero no me comporté como si estuviera con alguien. Me encerré en mi misma, y prácticamente la única persona con la que hablaba era Sebastián. En algún momento la comunicación estaba tan cortada, que no nos acordábamos de llamarnos al final del día. No se qué estaba haciendo él acá en Santiago, pero no creo que haya sido muy distinto a lo que viví yo. Estábamos llenos de dudas. Siempre supe que lo quería, pero a esas alturas tenía muchas dudas sobre si sería el hombre de mi vida. Esperaba muchas cosas de él, y después de dos meses lejos, sabía que no iba a cambiar. El macho alfa que yo quería, el que me iba a tomar de la mano y me iba a acompañar en el camino, no era él. No queríamos lo mismo. Nos encontrábamos orbitando planetas distintos.
Quizás él siempre tuvo razón, y cuando me titulé, cambié. No lo se. En lo personal no lo siento así, pero si creo que al tener el título en la mano por fin podía dejar una etapa atrás, y me sentí mas libre.

La siguiente vez que lo vi, no fue mejor que lo anterior. Habían pasado tres semanas, y yo solo quería llorar. Quería terminar con él, pero no podía. Estaba enamorada, pero la distancia me hacía mal. Y la falsa imagen que tenía de él me hacía mal. Siempre esperé un cambio en él. Que buscara trabajo, que quisiera estar conmigo. Que le naciera buscarme, que me hiciera sentir importante y valorada. Que me hiciera sentir como me hizo sentir Matías cuando salimos. Creo que él sentía lo mismo, pero no nos atrevíamos a decir nada. Estábamos en un punto muerto.

No se en qué punto exacto la conocíó, o en qué punto comenzó a meterse en su cabeza, pero debió ser en las dos semanas siguientes. Ya no me llamaba tanto, ya no me contestaba el celular. Sentí su alejamiento y su ausencia. Y no sabía si quería buscarlo. En realidad no sabía qué hacer. Y fue en ese entonces cuando me llegó una propuesta de trabajo para quedarme en Copiapó de forma indefinida. Y ya en ese entonces no sabía qué era lo que quería en la vida.

El resto de la historia es conocido y está escrito acá. Cuando terminamos la primera vez, no podía creerlo. no podía ser ese el final, por whatsapp y a la distancia. En el fondo de mi corazón sabía que era lo mejor, pero no quería asumirlo ni aceptarlo. Lo quería conmigo, pero quería que fuera un hombre completo. No quería rendirme después de todo el tiempo y energía que había dedicado a la relación. Lo quería, lo extrañaba. No se si lo necesitaba. Y aun después de todo, me sentía enamorada. Asi que lo busqué, lo llamé, y terminé convenciéndolo/obligándolo a ir a Copiapó.

Fue un fin de semana demasiado intenso, entre penas y alegrías. También fue salvaje. Tenía necesidad de su piel, y el quería una despedida. Ese fin de semana descubrí que él ya no estaba enamorado de mí. Algo en esos tres meses había cambiado dentro suyo. Y también descubrí que yo lo amaba de la forma más sincera, infantil e irracional que puede existir. Que mis temores se habían materializado, que al parecer al final de cuentas era verdad que lo quería mucho más de lo que él me quería a mi. Pero por alguna razón le creí todo lo que me dijo. Le creí que se iría a vivir allá, le creí que teníamos un futuro juntos. Le creí que me amaba, que en algún momento seríamos padres. Que buscaría un trabajo allá, y viviríamos juntos, que se titularía y que estaríamos juntos por el resto de nuestras vidas. Que nos casaríamos dentro de este año. No se si le creí o me quise aferrar con todas mis fuerzas a algo.

No se si Copiapó fue un catalizador o un detonante. Sólo se que fue parte de la serie de eventos que me han traído hasta donde estoy ahora. Y me gusta mi vida actual. A veces lo extraño, pero creo que es normal extrañar a alguien con quien compartiste un tramo en tu vida, y con quien tenías planes de vida. Al final, tu pareja se convierte también en tu mejor amigo, y es parte de tu rutina.

Creo que lo más difícil de este proceso es descubrir qué es lo que quiero yo para mi vida. En Copiapó creía que lo sabía, pero claro, estaba armando un plan con alguien más, no para mi sola. Y al volver, y tener que enfrentarme a una realidad que hasta ese entonces era bastante lejana, a veces no sé como hacerlo.

Hace 4 días me ofrecieron volver a Copiapó, por tiempo indefinido. Aún no se si aceptarlo, aunque no creo que lo haga.

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