viernes, 16 de enero de 2015

Señor Pirata

Algo había en su mirada. Quizás esa ira reprimida, quizás el stress que le salía por los poros. Siempre tuvimos una relación amor-odio, basada el bullying personal con un alto respeto profesional. Algo así como "eres un saco de weas, pero te admiro". A pesar de eso, siempre lo consideré alguien en quien confiar. Así que cuando estuve a punto de reventar, acudí a él.
El Señor pirata era un encantador enojón de 35 años, alto, delgado, pretencioso y muy inseguro. Se mostraba muy fuerte y muy convencido, cuando en realidad no tenía idea de lo que hacía el 80% de las veces. Fue (y hasta el día de hoy lo sigue siendo) un gran profesor para mí. En cierto punto me recordaba un goofy, con la nariz respingada y su sonrisa irónica. 
Siempre me atrajo, pero necesitaba un amigo, no más problemas. Estaba cansada, agobiada, con ganas de renunciar... así que acudí a la única persona con la que podía sentirme a gusto.
Fue la primera vez que lloraba en mucho tiempo en el valle bendito. Dejé un poco mojada su camisa, tal como esa vez, por esta fecha, en un caluroso día de verano. Creo que es la única persona que me ha visto llorar así. Y realmente me reconforta ese hombro, y esos brazos.
No había nada sexual en ver una película con él. Y realmente no lo hubo.
Esa noche dormimos abrazados. Se acurrucó, y le hice cariño hasta que se quedó dormido. Lo miré dormir con la paciencia de una madre velando el sueño de su bebé. Esa naricita respingada me buscaba en medio de la noche. 
Cuando desperté, me estaba abrazando. Me besó la nariz, y supe que era hora de irme. Y supe que cuando algo es tan cómodo, asusta.