domingo, 1 de febrero de 2015

El ataque del pirata

Ahí estaba caminando, en ese campo, el cual me había visto llorar hasta tener los ojos hinchados, y celebrar algunos de mis momentos más felices. Escondida en esa quebrada, sin señal de celular, viendo el atardecer y todas las estrellitas que comienzan a aparecer en este valle bendito. y ahí estaba, sentada en el pick up de la camioneta mirando el paisaje, cuando el señor pirata llegó.
El motivo por el que me escondía era simple: mi inminente despido, el acoso sexual diario por parte de los machos-alfa del valle y de mi propio bando me tenían agobiada. Necesitaba no pensar un rato, y después de la peligrosa película que vimos, no podía acudir a él a refugiarme. Así que ahí estaba, escondida en aquella quebrada, cuando apareció el Señor Pirata con esos aires de grandeza que hacían que mi pulso se detuviera por unos segundos. Su camisa, tan estratégicamentee ubicada hasta rozar sus caderas, sus pantalones cayendo, dejando a la imaginación un gran bulto hacia su izquierda: su nariz respingada, su pelo crespo, sus manos temblando al prender un cigarro... Miramos el atardecer, conversando de la vida con unas cervezas, cuando las estrellitas comenzaron a aparecer sobre nosotros, y con ellas, el frío de la noche en el valle encantado.
Sus ojos brillaban, quizás por la cerveza, quizás porque quise verlos brillar. Me besó de la forma más tierna que pudo. Lo abracé como si fuera una despedida, lo apreté sin querer soltarlo, y pude sentir todo su cuerpo contra mí. No quería que las cosas fueran en esa dirección, pero ya era demasiado tarde. Comencé a besar su cuello, su pecho, sus manos. Estaba asustada, ansiosa. Sabía que sentía cosas que no podía sentir por este señor. También sabía que había fantaseado con ese momento desde hace más de un año, en ese mismo lugar.
Esa fue la primera de las muchas noches que hemos pasado juntos. Descubrí que le gusta dormir a la derecha de la cama, que disfruta las duchas de 20 minutos. Que le gusta poner su mano en mis senos para poder dormir, y que habla dormido, incluso pide cosas, algunas bastante "picantes". El señor pirata me tiene bajo su control. Su palabra es ley, y sus deseos son órdenes. Hace siempre lo que quiere, y sigue siendo el rey.

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